domingo, 4 de noviembre de 2007

La palabra, siempre

Nos alivia pensar que nuestros hijos vivirán durante toda nuestra vida, que los amigos estarán a nuestro lado hasta el final... que todos los embarazos llegarán a término, que todos los bebés nacerán sanos, y vivirán por muchos años.
Nos empeñamos en jurarnos amor para toda la vida, aún sabiendo que es sólo una expresión de deseo...
En el amor, como en la vida, los "siempre", los "para toda la vida", los "nunca", nos calman... nos eximen de pensar en lo peor, en la muerte, en los imprevistos, en el dolor, en la injusticia, en los imponderables...
Y cuando las cosas no salen como hubiéramos querido, siempre podemos culpar a Dios, al destino, a la mala suerte...
Lo cierto es que la vida se maneja bien distinto... nos sobresalta, nos confunde, nos enoja, nos cambia los planes, y cuando nos acostumbramos, nos lo vuelve a cambiar.
Y que, a la larga, cuando miramos para atrás, cada cosa fue para mejor. Claro, si lo sabemos ver...
Tal vez debiéramos vivir con más entrega, con más ingenuidad, con menos exigencia... Tal vez debiéramos entender que las personas, las situaciones, están en nuestras vidas por algo, y que a veces la sutil presencia de otro es suficiente para un gran aprendizaje, para un gran cambio.
No son mejores las amistades que duran toda la vida, que aquellas que duran solamente unos días...
No son mejores las relaciones para siempre, que aquellas fugaces, que pueden cambiarnos la vida...
La intensidad no tiene relación con la permanencia en el tiempo...
Nada es para siempre, y cuando podamos comprender eso, entenderemos que cada momento vivido con alguien, cada instante sutil de la vida, tiene un mensaje para darnos, nos ocurre por algo, y que a veces bastan unos pocos segundos para captar el mensaje, y seguir nuestro camino, o dejar libre al otro para que siga el suyo...
Claro que es lindo tener amigos de toda la vida, relaciones intensas y duraderas. A veces tenemos el privilegio de contar con ellas. Pero otras veces, el roce es fugaz, casi imperceptible. A veces ni nos cuestionamos para qué tuvo que pasarnos esto en la vida.
He aprendido que cuando uno da lo mejor de sí, y toma lo que la vida, o la otra persona tiene para dar, puede seguir su camino en paz, sabiendo que el contacto ha sido posible, y que algo bueno saldrá de ello.
Y fundamentalmente, podemos dejar que el otro también se vaya en paz... sin reclamos, sin culpas, sin rencores...
Cada segundo puede ser una eternidad... de hecho, la Eternidad, no es más que una sucesión de instantes...

El burro


Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal rebuznó fuertemente por horas, mientras el campesino trataba de buscar algo qué hacer.
Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo y el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas; que realmente no valía la pena sacar al burro del pozo.
Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle.Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo.
El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y desesperó horriblemente.
Luego, para sorpresa de todos, se aquietó después de unas cuantas paladas de tierra.
El campesino finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio...Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra y daba un paso encima de la tierra.
Muy pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando...
La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra... el truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba.
Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Podemos salir de los más profundos huecos si no nos damos por vencidos. Usa la tierra que te echan para salir adelante