Para vivir la ternura no se necesitan grandes cualidades. Basta expresar con espontaneidad el amor, sin avergonzarse.
La verdadera ternura se conjuga en voz activa y voz pasiva. No sólo hay que darla sino recibirla con espontaneidad y alegría.
La ternura debe expresarse con naturalidad y en todo momento, pero sobre todo, en los momentos tensos y difíciles.
La ternura no es amanerada ni trivial y no se compagina con la agresividad.
Vivir la ternura no significa ser débil y manejable, sino generoso y acogedor. La ternura no se riñe con la energía.
La ternura no es exclusiva de la relación madre hijo. La familia, los hermanos y compañeros agradecen también este sentimiento.
La ternura se aprende cada día dando amor. Nunca es tarde para empezar a practicarla. Si bien es difícil entender la verdadera sexualidad sin ternura.
No confundas nunca la sexualidad con la ternura. Dar, expresar, y recibir ternura, es siempre muestra evidente de madurez.
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